En algunas pruebas, sobre todo maratones, por larga distancia y en distancias menores, en épocas de calor, la organización de las carreras suele instalar cada x kilómetros unos puestos donde se reparten esponjas mojadas a los corredores para ayudar a paliar los efectos del calor.
Esta semana, la organización de la Marató de Barcelona, anunció que este año se otorgará una esponja individual a cada participante y sustituirá los puestos de esponjas durante la carrera por bidones de agua para remojarla. La razón oficial, reducir la cantidad de residuos generados. La razón extraoficial, que más de uno tendrá en mente, dados los caminos que está tomando el fenómeno conocido como ‘burbuja runner’ en cuanto al precio de las inscripciones de algunas pruebas, parece ser una simple reducción de costes. No voy a entrar a cuestionar la cuenta de resultados de la empresa organizadora, pero estaría bien que de la misma forma en la que se ha repercutido la subida del IVA en las inscripciones, se aplicara alguna vez la reducción de costes por ‘servicios que pagas con tu inscripción’, como dice David Jiménez en sus ‘A examen’, por muy ecológico que sea. ( Espera sentada) Pero les daremos un voto de confianza por si se les ocurre añadir algo a la bolsa del corredor además de la camiseta. (Sigue sentada).
En cualquier caso, el objetivo de este post no es criticar a la organización. Personalmente, me parece un poco rollo logísticamente llevar la esponja encima, pero vamos, tampoco es un drama, aunque soy consciente de que a los defensores del correr con lo puesto no les habrá agradado la idea. Así que, ante todo, respeto, que cada uno corra con lo que quiera, como quiera y al ritmo que quiera/pueda.
Lo cierto es que cuando leí la noticia, mi reacción inconsciente fue pensar: bien!!. Y por qué bien? Pues porque se acabó el trauma del campo de minas-esponja.
La mayoría de los que corréis y además, habéis corrido una maratón, desconocéis y no habéis sufrido este fenómeno tan emocionante. Habéis llegado a meta en el tiempo más o menos esperado, algunos con incidencias, personales o derivadas del ente mamón que decide que ese día no sea tu día. Lo típico: rampas, flatos, malas digestiones, tirones, lesiones…la lista de males que te pueden atacar durante la maratón podría ser interminable. Sin embargo, hay algunos que los ‘rápidos’ no conocéis o no habéis vivido. Los que vamos detrás, nos encontramos ante las mismas situaciones personales o del ente, pero además, tenemos las derivadas de lo que los rápidos dejáis atrás.
Hasta el momento de correr la maratón, era consciente de algunos de ellos: falta o escasez de avituallamiento tanto en carrera como en llegada, voluntarios cansados que abandonan sus puestos ( gracias a Dios esto no suele ocurrir), poca gente animando cuando pasas, la sombra del coche de cierre de carrera y la ambulancia pululando…son cosas que pasan cuando eres lento, te acostumbras a ello y no te afectan. Por no hablar de que en un alto porcentaje de carreras, sobre todo si no son muy multitudinarias, en la meta no quedan ni fotógrafos y casi ni el apuntador, aunque parece que esta tendencia está cambiando últimamente y la gente empieza a asimilar que la carrera NO termina hasta que llega el último. También tiene sus cosas buenas, a pesar de que queda poca gente viendo la carrera, los que quedan, te animan mucho más y de forma personalizada. En fin, de este tema, os hablaré otro día. A las esponjas.
Fue precisamente en la Marató de Barcelona donde descubrí el fenómeno. Entre el km 6 y 7, creo, al girar y tomar la calle Numancia, ligera bajada, mi primer pensamiento al ver lo que tenía delante fue: what the fuck, la fiesta de la espuma??. Toda, absolutamente toda la calzada cubierta de esponjas, de lado a lado. Increíble Muy cuqui todo pero un poquito peligroso, teniendo en cuenta que como comentaba, en bajada, todo el suelo mojado y cubierto de esponjas … pisa donde quieras. Perdón. Donde puedas. La maratón en ese momento se transforma en un ejercicio libre del Europeo de Patinaje Artístico. Y eso que hasta ese momento la carrera había transcurrido al frescor de la mañana y el archienemigo Lorenzo todavía no había aparecido, así que no se que ansias con las esponjas ya allí, pero bueno, lo dicho, cada uno que haga lo que quiera.
Durante toda la carrera fue exactamente lo mismo, con la diferencia que según iban subiendo los kilómetros, la cantidad de guarnición de las esponjas aumentaba. Quizás los voluntarios podrían apartarlas un poco, pero realmente dudo que puedan porque en todo momento hay flujo de gente y quizás sería peor el remedio que la enfermedad.
En cualquier caso, nada de lo vivido hasta el km31 se podía considerar peligro real. Y entonces llegas al avituallamiento El Corte Inglés, que tiene de todo: líquido, esponjas, geles, fruta, frutos secos, vaselina…y es largo. Bastante largo. Imaginad llegar ahí cuando han pasado por delante 20.000 personas y nadie ha limpiado. Hubo varias patinadas y una en concreto obligó a un señor a retirarse. Y yo no me caí ni patiné porque hacía muchos kilómetros que había decidido dejar de pasar como Chiquito de la Calzada tomando riesgos innecesarios y pasar por los ‘campos de minas’ caminando. Si caminando. Para los talibanes de la pureza del running, un gran sacrilegio. Me pregunto si saben las cosas que pasan ‘detrás’ y cómo afrontarían el campo de minas. Porque es lo que es. Un campo de minas: pisas a un lado, pam, piel de plátano, pisas al otro lado, pam pam, de naranja … envases de geles vacíos, tapones de botellas de agua, botellas de agua, bebida isotónica, y como no, las esponjas, colocadas simétricamente para evitar ver lo que hay entre ellas.
Además los zagueros vivimos la emocionante experiencia de pasar por el litoral, al lado de la playa al mediodía, es decir, el momento de mayor exposición al sol, y allí, allí… no quedaban esponjas. Que os parece.
El único puesto de esponjas en el que recuerdo haber pasado corriendo y sin campo de minas fue el del km 38 de la plaza de la Catedral, atendido por la gente de Corredors.cat.
Así que si, con independencia de la mejora para el medioambiente, que evidentemente lo es, ya que se reducirán considerablemente los residuos, egoistamente y sintiéndolo mucho por aquellos a los que les va a suponer un engorro, que lo es, yo ‘me alegro’ de la medida.